Amaneció sabor primavera: Persephone ofreció su venenoso fruto. Deseos, sueños, pasiones y promesas…
La mujer de rojizo pelaje, enredó en sus cabellos, la eterna quietud del tiempo. El fruto estalló en dos partes; por odiosa naturaleza.
Una, de ojos teñidos en otoñal e inhóspita espesura, en el frío follaje, que envuelve el corazón cadáver; hasta tal punto que, el mismo Hades, abandona su magmático reinado para perderse en decrépita incertidumbre.
La otra, cansada del frío sabor a sangre prójima escupe al llanto y la derrota; y devuelve el flamígero trono de la pasión a aquel amor que no debió abandonar sus raíces; allí donde nada escapa al candor de un eterno presente.
Con la primavera se fueron sus fantasmas.
Ya no quedan bosques ni avernos; tan sólo la grotesca mirada de la Gorgona; que me seduce y obliga a aceptar este destino; destino escrito en madera y sangre; con sabor a vida y olor a muerte; con amor prohibido y dolor compaña.
Un destino escrito en braille, que con disolvente tacto ansía borrar las sendas de este Karma querulante.
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